lunes, 6 de abril de 2009

La niña de ocho años


Los chicos no entendíamos bien lo que pasaba, pero los grandes nos contagiaban esa alegría que les explotaba del cuerpo, y –claro- nosotros saltábamos y agitábamos la bandera celeste y blanca por la calle. La gente se abrazaba, algunos lloraban emocionados y otros gritaban “Viva la Patria, carajo”. Ese año Raúl Alfonsín ganó con el 52% de los votos y aplastó al peronismo. En casa se hablaba de política por primera vez, había mucho compromiso ideológico y nadie en mi familia le perdonó al PJ la quema del cajón fúnebre con las siglas y los colores de la UCR.

Mi papá decía que Alfonsín te hipnotizaba con sus discursos, te atrapaba y que muchos de sus amigos que supieron adorar a Perón, no querían saber nada con el justicialismo después de los desastres de Isabelita y José López Rega.


Claro que los días de festejos y felicidad pasaron y en el país comenzó un tiempo de incertidumbre. Con 8 años no se sabe de bolsillos y presupuestos pero la cara de mi mamá cada vez que iba al almacén del barrio lo decía todo: bronca, preocupación, impotencia. La recuerdo buscando buenos precios, caminando conmigo y mi hermano de mercadito en mercadito para gastar lo menos posible y hasta llegó a correr al pibe que remarcaba los alimentos para sacárselo antes que lo aumente, sobre todo lo hacía con la leche y la carne. Hiperinflación, el plan Austral y las recetas del FMI, el levantamiento de La Tablada, la ley de Punto Final y la de Obediencia Debida, los saqueos, mi viejo haciendo ventaja con la especulación del dólar para llegar a fin de mes. Los noticieros de la noche eran un culto porque la gente los tomaba como un manual de instrucciones para manejarse al otro día.


Para el ´89 estaba todo cocinado. Carlos Menem y su “Síganme” arrasó con un cómodo 49,18% de votos. Alfonsín se fue antes de terminar su mandato y una nueva etapa de optimismo contagió a la misma gente que festejó en el ´83, pero ya no estaba esa alegría descontrolada en las calles, esa efervescencia que despertó Raúl Alfonsín. Con los años la cosa no cambió mucho, también hubo y habrá incertidumbre pero hay algo que nunca mutó en nuestros corazones en estos 25 años que es el deseo infinito de vivir en democracia, en libertad, sin censura y con derechos.

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