martes, 28 de abril de 2009

El afrancesado y calesitero


JORGE TELERMAN, EX JEFE DE GOBIERNO PORTEÑO
“No es verdad que el macrismo no puede hacer más cosas”

Mientras estudia la posibilidad de competir por una diputación nacional, Jorge Telerman volvió a los medios. Considera que Mauricio Macri juega sucio y que a Gabriela Michetti se le nota el disgusto por su candidatura, pero que se tiene que hacer cargo. Su comunión con Víctor Santa María y su enojo con Felipe Solá.

¿Cómo se forma este espacio peronista que va a presentar?
Básicamente, queremos una renovación de las fuerzas políticas en general, un peronismo de centroizquierda, en el que me acompaña el legislador Juan Manuel Olmos, que es un dirigente brillante; el ex Ari Alejandro Rabinovich; también Raúl “El Colorado” Fernández, y en estos días se sumarán otras figuras que me han manifestado mucho interés, como Julio Bárbaro, entre otros. Nuestra intención es poder continuar con la renovación del peronismo, que en su momento quedó trunca. Estamos parados en una de las elecciones más degradadas del sistema democrático. Es la elección de los renunciantes. Para hablar sólo del distrito porteño, ya renunció la vicejefa de gobierno; lo hará Federico Pinedo, para ser legislador; luego, Aníbal Ibarra, que renuncia a legislador para ser diputado; mi amigo Roy Cortina, que es diputado, para ser legislador; Carrió va a ser diputada y ya había renunciado a su banca en su momento, y a eso se le suman las candidaturas testimoniales. Hay una incultura política terrible, que nosotros tenemos desde hace mucho tiempo y no hacemos nada para pararla. Después, nos preocupamos de por qué la sociedad está tan lejos de la política. No se hace nada para mantener, como mínimo, los compromisos de la palabra empeñada.

La Ciudad, ¿se quedó sin dirigentes fuertes? ¿Se fueron todos?
Lamentablemente, usan la acción en la Ciudad como trampolín para otras aspiraciones. A la Capital le cuesta asumir su responsabilidad de gobernar; no pasa como en Santa Fe o en Córdoba, donde si bien importa lo nacional, priorizan mucho lo local. Si pensamos en los problemas centrales que tiene la Nación, la inseguridad, la educación, la contaminación, el sistema de salud, todos explotan en la Ciudad. Sin embargo, somos incapaces de armar un plan a largo plazo: las villas, el paco, la marginalidad son problemas centrales de nuestra ciudad cuya raíz está en la Nación.

¿No es éste un debate central del macrismo, la falta de diálogo con el Gobierno?
Eso es un eslogan. Si hay una frase que debería estar prohibida a los políticos, es “no me dejan”. En el gobernar uno tiene que enfrentar intereses que se contradicen; es terrible no saberlo antes de proponerse como candidato. Un gobernante como Macri cree que puede justificar su inacción con esa frase, pero es una astucia que puede durarle un tiempo. Le está haciendo un daño tremendo a la Ciudad de Buenos Aires. No es verdad que el macrismo no pueda hacer más cosas. Es público y notorio que desde que asumí la jefatura de Gobierno, en mi corta gestión, tampoco tuve el apoyo del gobierno nacional. Discutí, peleé, traté de incorporar equipos. Eso es gobernar, no es solamente el acto de persuadir.

Juntar las elecciones de la Ciudad con las nacionales, ¿beneficia al macrismo?
Nuevamente se van a ocupar en juntar voces para vencer a Kirchner y van a tratar de que se plebiscite la gestión de Kirchner, no la de ellos. No dudaron un segundo en juntarlas cuando el Gobierno puso la fecha. A Macri no le conviene que se ponga en tela de juicio su gestión.

¿Tuvo charlas con el kirchnerismo para integrar algunas de sus listas?
No, no. Me parece que los problemas que el gobierno nacional tiene hoy en la Ciudad son consecuencias de errores políticos pasados.

¿Cuáles, por ejemplo?
Cuando se piensa en ser oposición al peronismo, se le ha allanado el camino al macrismo. El gran desafío nacional es que un día podamos, efectivamente, diseñar el cuaderno de bitácora que nos rija durante diez, veinte años. No sabemos hacer eso; ni siquiera somos capaces de aceptar las diferencias políticas.

Pero, ¿tuvo o no charlas con el Gobierno?
No, no. El peronismo en Capital está muy difuso y fragmentado. Piensa que le faltan “figuras”. Eso es un error de todos los partidos políticos: lo que faltan son ideas, instituciones, contenidos. Aquellos espacios que sepan aceptar esa carencia son, sin dudas, los mejores capacitados para representar a la ciudadanía. Nosotros creemos que una figura de renombre no puede sustituir las ausencias de construcciones políticas.

¿Le molestó no ser el candidato del oficialismo?
Nunca quise serlo, porque estaba planteando una construcción distinta.Quiero entenderlo un poco más.

Hace no mucho tiempo, usted se alineó junto a Aníbal Ibarra dentro del progresismo.
No creo en el progresismo; me parece que es una definición para quedar bien en los medios.

Bueno, pero estuvo con Ibarra hasta su destitución. Luego, en la campaña a jefe de gobierno, se acercó a Elisa Carrió, que está en la centroderecha.
¡Ahora más que antes! Me parece que, como mínimo, me tengo que situar, ya que fue público que el gobierno nacional comenzó a hacerme la guerra santa, en ese momento, y las circunstancias me fueron llevando a tomar decisiones coyunturales. Esos acuerdos electorales fueron producto de necesidades políticas, y los resultados están a la vista, porque una parte de la sociedad los comprendió. Más que acuerdo de contenidos y políticas tuvimos un acuerdo coyuntural que no fue producto de una maduración en tiempos y procesos. No fue lo que yo busqué, pero no resultó imperioso para sostener con mejores espaldas lo que vivíamos.

¿Y por qué se alejó de Carrió?
Ellos están tratando de reconstruir el radicalismo. Ojalá puedan entender también los errores que cometieron; ojalá el peronismo y el socialismo lo hagan y tengamos un sistema político más lógico, y no 48 figuras por cada distrito que un día puedan estar aquí y otro allá, sino que como sociedad estemos votando un grupo y no una persona y sus humores. De una vez por todas, hay que comportarse con normalidad, y eso significa armar partidos cuyos candidatos no renuncien, sino que cumplan los mandatos para los cuales fueron votados.

¿Está mal si usted gana la diputación nacional y luego, dentro de dos años, quiere ser nuevamente candidato a jefe de gobierno porteño?
Como mucho, el día que me presente tendré que decir algo distinto a lo que dicen los otros. Si usted va a los archivos, todos se comprometieron ante Dios y la Patria a cumplir con su mandato. Hoy están renunciando a lo que se es para volver a serlo, es un absurdo. Si yo quisiera ser candidato en dos años a jefe de gobierno, lo seré, con una fuerza política que en elecciones internas lo decida.

Ahí se puede comprender la decisión de Gabriela Michetti.
No. A ver… eso lo hicieron, para colmo, porque son espacios políticos vacíos de multitudes y quedan alrededor de un individuo. A Michetti se le nota el gesto de angustia y de incomodidad con lo que está haciendo; se le nota en el cuerpo, en el tono de voz… Pero, cuando alguien hace algo, tiene que hacerse responsable.

El PRO dice que no tiene dirigentes fuertes como Michetti. Es casi una elección interna de ese partido.
Es ir por el camino corto, no por el largo. Buscan esta excusa porque dicen que “no hay otra cosa”; es decir, hagamos daño porque no hay otra forma. Es pan para hoy, pero seguimos postergando la construcción de una Nación.

¿No le pasó a usted? Estuvo con Carrió, con Ibarra…
Nadie está exento. Sin dudas, he cometido incongruencias; y lo pagué. Es decir, que uno es responsable de sus errores, y no creo que mis errores me hayan dañado solamente a mí.

Está muy cerca de Víctor Santa María. ¿Cómo llegaron a entenderse?
Tenemos muchísimas coincidencias. Entre otras, la necesidad de dotar de nuevas autoridades a nuestro espacio político.¿Por qué lo buscó, cuando rompió oficialmente con el gobierno nacional?No es de ahora nuestro acercamiento. Tanto él como el legislador Juan Manuel Olmos, cuando el Gobierno estaba contra mí, fueron personas que intentaron mediar. No lo dije públicamente para no exponerlos, pero nunca me voy a olvidar de que ellos se opusieron a la locura de ese momento (ndr: por las elecciones de 2007) y trataron de mediar para que las situaciones fueran distintas. Después, decidieron lo que decidieron, pero sí me quedó muy claro que tuvieron voluntad de diálogo, de acuerdo, de respeto. Hoy están más decididos en esta construcción.

¿Qué lugar ocupa el presidente del PJ Capital, Alberto Fernández, en estas decisiones?
Me parece que está afuera del PJ. No veo que el peronismo, hoy, tenga en Alberto Fernández a un actor preocupado por la suerte electoral. No veo que la presidencia del partido esté a la altura de las circunstancias y no lo veo en una acción dentro de la Ciudad.

¿Habló con él?
No.

Cuando usted estaba al mando de la Capital, también Felipe Solá lo estaba en la provincia. ¿Qué pensó cuando Solá tomó la decisión de aliarse con el macrismo y con Francisco de Narváez?
Lo quiero muchísimo, tengo una buena relación de años de amistad, pero no puedo comprender sus últimas decisiones; sí su postura frente a Kirchner. Me parece un despropósito, y no lo comparto; está en las antípodas de lo que mucho de nosotros queremos del peronismo, el compromiso con las necesidades de los desposeídos, con los pobres, con la producción nacional, el trabajo. Macri es todo lo contrario a eso.

¿Se lo dijo?
He intentado hablar con él, varias veces pero no se dio.

Retornando a esta fuga de dirigentes hacia las candidaturas nacionales, ¿cuáles son, entonces, los candidatos a legisladores porteños?
Hasta hoy, ninguno; todos están discutiendo la diputación nacional. No les interesa. Parece que nos le preocupa discutir su territorio. En muchas provincias, la dirigencia se ocupa de problematizar sus necesidades, tal es el caso de Córdoba, Santa Fe.

Su aspiración sobre este debate que se debe el peronismo ¿comulga con las ideas de Carlos Reutemann y Juan Schiaretti?
Sí. Ellos piensan un 90 por ciento en sus provincias y, después, en lo nacional. Yo quiero lo mismo para la Ciudad. ¡Díganme qué es lo que piensan hacer en la Capital; necesitamos saberlo! Hay una dirigencia que está decidiendo ocultar las problemáticas de los porteños.

¿En qué consiste su idea de renovación?
Hablo del peronismo de los 80, el de la renovación de Antonio Cafiero, que nos mostró el verdadero espíritu del partido. Nos enseñó que teníamos que organizarnos, asumir nuestras propias lacras, porque esa renovación no fue un manto de maquillaje, ya que el partido tuvo momentos siniestros y oscuros que teníamos claramente que asumir para luego extirparlos, y construir una nueva cultura con consensos de las líneas internas y la formación de cuadros que se frenó en los 90. Nosotros queremos volver a levantar esas banderas. Tenemos que tener discusiones, compromisos y no atascos astutos para encontrar una figura salvadora como lo fueron Menem, Kirchner, para luego demonizarla y culparla de todos nuestros males. Como pueblo, somos responsables de las cosas que producimos.

Hoy, entonces, ¿está parado en la centroizquierda?
Me considero dentro del peronismo de centroizquierda en la medida que esté del lado de los desposeídos y de que las políticas de Estado sean un instrumento para el bien común.

¿Lo aconseja Cafiero?
Sí. Es alguien a quien yo quiero y admiro; es un aporte fundamental para la renovación.

http://www.debate.com.ar/2009/04/24/1843.php

jueves, 9 de abril de 2009

Shanishidrense se nace


El martes me encontré, entre mil cosas más, con un colega en la puerta de la editorial Perfil, mientras pasaba el rato esperando, me quedé mirando los pedazos del Muro de Berlín que Jorge Fontevecchia (el dueño) hizo traer de Berlín ni bien comenzaron a derrumbarlo en 1989. Él los ubicó en la puerta de la editorial, frente a otro mural, el del fotógrafo asesinado José Luis Cabezas, por lo que si usted pasa por la calle Chacabuco al 200, es imposible que no lo vea. Trabajé en el diario Perfil casi un año y jamás le presté tanta atención al Muro como ese lunes. Claro, ya había escuchado en la radio la barbaridad que el Sr. intendente de San Isidro, Gustavo Posse (pizca de radical con mezcla de peronismo K) se le ocurrió hacer: Levantar un Muro para dividir su partido del de San Fernando. El motivo: La inseguridad de los vecinos de La Horqueta en pos de los de Villa Karina.

Por supuesto, ese día todo el mundo (TODOS) salió a criticar la medida no sólo por sentido común, sino que además, una troup de personalidades de la política y la cultura lo marcó como un retroceso social, comparándo a San Isidro con sociedades del medioevo y a Posse le cayó una lista interminable de palabras: discriminador, vergonzoso, antidemocrático, facho, loco, violento, antidialoguista, etc, etc.

Era casi instantánea la comparación con Berlín, si claro, a grandísimos rasgos, pero de todos modos la semajanza de la medida para "frenar" al avance de una amenaza, del otro malo, del diferente, es la misma. Y pensé: Los alemanes, de un lado y del otro, quisieron sacar ese mamarracho de 4 metros de alto por 50 km de largo, durante 28 años. Cómo no ponerse junto a los vecinos de San Fernando con pico y masa, a tirar la minimuralla, todavía, de Posse?
A los cinco minutos mi amigo llegó y lo primero que me dijo fue: Che ¿viste que chapa está Posse?

lunes, 6 de abril de 2009

La niña de ocho años


Los chicos no entendíamos bien lo que pasaba, pero los grandes nos contagiaban esa alegría que les explotaba del cuerpo, y –claro- nosotros saltábamos y agitábamos la bandera celeste y blanca por la calle. La gente se abrazaba, algunos lloraban emocionados y otros gritaban “Viva la Patria, carajo”. Ese año Raúl Alfonsín ganó con el 52% de los votos y aplastó al peronismo. En casa se hablaba de política por primera vez, había mucho compromiso ideológico y nadie en mi familia le perdonó al PJ la quema del cajón fúnebre con las siglas y los colores de la UCR.

Mi papá decía que Alfonsín te hipnotizaba con sus discursos, te atrapaba y que muchos de sus amigos que supieron adorar a Perón, no querían saber nada con el justicialismo después de los desastres de Isabelita y José López Rega.


Claro que los días de festejos y felicidad pasaron y en el país comenzó un tiempo de incertidumbre. Con 8 años no se sabe de bolsillos y presupuestos pero la cara de mi mamá cada vez que iba al almacén del barrio lo decía todo: bronca, preocupación, impotencia. La recuerdo buscando buenos precios, caminando conmigo y mi hermano de mercadito en mercadito para gastar lo menos posible y hasta llegó a correr al pibe que remarcaba los alimentos para sacárselo antes que lo aumente, sobre todo lo hacía con la leche y la carne. Hiperinflación, el plan Austral y las recetas del FMI, el levantamiento de La Tablada, la ley de Punto Final y la de Obediencia Debida, los saqueos, mi viejo haciendo ventaja con la especulación del dólar para llegar a fin de mes. Los noticieros de la noche eran un culto porque la gente los tomaba como un manual de instrucciones para manejarse al otro día.


Para el ´89 estaba todo cocinado. Carlos Menem y su “Síganme” arrasó con un cómodo 49,18% de votos. Alfonsín se fue antes de terminar su mandato y una nueva etapa de optimismo contagió a la misma gente que festejó en el ´83, pero ya no estaba esa alegría descontrolada en las calles, esa efervescencia que despertó Raúl Alfonsín. Con los años la cosa no cambió mucho, también hubo y habrá incertidumbre pero hay algo que nunca mutó en nuestros corazones en estos 25 años que es el deseo infinito de vivir en democracia, en libertad, sin censura y con derechos.